La puñetera nostalgia.


El otro día, en uno de esos ratos muertos, me dio por enchufar la Xbox y meter el DVD de emuladores de consolas «clásicas». Estuve un buen rato curioseando la lista de juegos, que era bastante extensa, hasta que me topé con el MicroMachines 2. De repente se me agolparon los recuerdos en la cabeza, porque en este juego puedo afirmar que he invertido una cantidad de horas realmente incontable, junto a un par de amigos.

Si cuando apareció hubiera existido el juego online, no habría tenido vida social en absoluto.
Si cuando apareció hubiera existido el juego online, no habría tenido vida social en absoluto.

El título de esta entrada es una copia descarada de éste artículo, con el que, por cierto, estoy muy de acuerdo. Cualquiera que en su día jugase al MicroMachines, o al Mario Kart, por poner dos ejemplos que comparten algunas características (conducción, multijugador y putaditas a los contrincantes), hoy en día se va a ver atraído, o cuando menos interesado en algún título que le recuerde a aquellos juegos en los que tiró horas y horas. La nostalgia es un elemento de márketing muy poderoso, sobre todo en un medio como son los videojuegos, en el que el sector de mayor poder adquisitivo ya jugó en su día a las versiones originales. De hecho, no hay más que ver la estrategia que ha seguido Nintendo desde la fecha del artículo: exactamente la misma, que es tomar títulos ya clásicos y que funcionaron (Mario Kart, Super Mario, Zeldas…) y darles un lavado de cara. Todos esos juegos han sido versionados para todos y cada uno de los sistemas que han aparecido después: DS y Wii tienen sus correspondientes versiones de los «clásicos», con alguna que otra mejora o función añadida para aprovechar las particularidades de las nuevas máquinas, pero que en el fondo siguen siendo lo mismo, por mucho que ahora haya que sacudir el mando o tengas una pantallita táctil.

Tal y como se está planteando en la mayoría de los casos, el tema de los remakes es un arma de doble filo. Por una parte, puede predisponer al ahora treintañero (o cuarentañero) a darle una oportunidad a esa nueva versión de su querido juego clásico. Por otra, cuando se hace una nueva versión, actualización o reinterpretación, por muy bien que se haga, por muchos medios y ganas que se pongan, y por muy bueno que sea el resultado final, el que la lleva a cabo tiene además que luchar con el factor sentimental que lleva asociado para aquellos que vivieron el original. Y digo bien: vivieron, porque no se trata sólo del juego, sino de las circunstancias del momento en que se jugó. No nos acordamos sólo del juego en sí, sino de los piques interminables, los codazos, las burlas… de todo lo que rodeaba al mero hecho de sentarse frente a una pantalla con un pad en la mano. Y eso, por muy bien que se hagan las cosas, es imposible de replicar.

Por todo eso mismo, por muy bueno que sea un remake, nunca será el original. Y ojo, puede ser muy bueno, o incluso mejor que el original, en algunos o en todos los aspectos.  O puede gustar más que el original. Pero aunque sea superior (ya sea objetiva o subjetivamente) al predecesor, nunca es lo mismo. Quizá sea esa extraña tendencia que tenemos todos a considerar que todo tiempo pasado fue mejor…

Y, aunque de todas formas ya no vaya a ser lo mismo, sólo me queda recomendar que os echéis unas partidillas, si puede ser en multijugador mejor todavía, porque aunque el juego tenga ya sus más de 10 añazos, sigue siendo divertido y adictivo a rabiar.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *